Silent moans
No llamó, pero nos vimos y sus ojos se clavaron en mi al no saber que decir ante esa estúpida manía mía de hacer pequeños regalos cuando me apetece. El recibió un disco poppy, además de un panda, 2046 y la mujer de 50 pies (en forma de chapa, claro). Yo me quedé con un trozo menos de esperanza para esa parte de la vida que muchos creen tan importante. Menos mal que las ganas de cerveza y los callos de mis manos me lo han hecho más fácil esta vez. El Sr. Panda, como todos, no me quiere.